Lo que la oposición enseña en secreto
O por qué opositar es mucho más que acumular conocimientos teóricos.
La semana pasada, un profesor dijo algo que me motivó a escribir esta entrada. Comentó sobre la oposición que «donde de verdad se aprende» es en la práctica. Y me chocó notablemente que un hombre que es, sin duda, inteligente y aplicado – mucho más que la media de mis otros profesores, todo sea dicho – no comprendiera lo que la oposición realmente enseña.
En ese momento simplemente pensé que su opinión se debía a que jamás había opositado, o al menos no a alto nivel. Sin embargo, al irme a casa, en el autobús, me di cuenta de que muchos opositores tampoco llegan nunca a entender lo que la oposición enseña. Superficialmente, cualquiera diría que lo que se aprende son conocimientos teóricos y, si acaso, a memorizar eficientemente y exponer oralmente.
Pero pensar que la oposición te enseña a exponer conocimientos teóricos es como creer que para ser campeón de maratón, lo importante es saber poner un pie delante del otro. La realidad es otra. La preparación para una competición de alto nivel se basa en aprender hábitos clave que permitan entrenar con constancia, sin interrupciones, con una enorme ética de trabajo y desarrollando – y esto es lo esencial – una titánica habilidad para soportar el sufrimiento, el sacrificio y el aislamiento social.
En esto, van de la mano el opositor de alto nivel y el atleta que se dedica profesionalmente a una disciplina impopular. Ambos se levantan cada día y trabajan hasta la extenuación, rechazando distracciones y sacrificando la oportunidad de estar con personas que les son queridas. Ambos aprenden a conllevar las circunstancias y a desarrollar una mentalidad de profesional, de forma que da igual que llueva, el vecino haga ruido, su padre esté enfermo o ellos mismos estén desganados. Cualquier situación es un bache que uno se acostumbra a salvar, se aprende a sobrellevar todo. Se aprende a dirigir el pensamiento y la emoción frente a cualquier intromisión ajena, hasta el punto en que resbalan las manifestaciones pasivo-agresivas – o frontalmente agresivas – que, fruto de la preocupación o la mala fe, cuestionan si no estás desperdiciando los mejores años de tu vida o cualquier otra ocurrencia.
A todo lo anterior, se suma que el resultado de tanto esfuerzo es incierto: tanto para el atleta como para el opositor, el resultado no depende íntegramente de él. Y se aprende a asumirlo y a adoptar una mentalidad de absoluta responsabilidad, de forma que si se coge una gripe la semana antes del examen, el pensamiento automático es «no debería haberme montado en el metro», en vez de culpar al Universo. Porque aunque sea una cuestión de azar, asumir la responsabilidad, psicológicamente, te posiciona en una situación de poder. Y es que si el Tribunal no te aprueba porque estaba de mal humor, ya que Sus Señorías se han perdido el Barça-Madrid por estar examinando, asumes que era tu responsabilidad deslumbrar y reexaminas todo tu material y método para lograrlo la próxima vez.
Esto, que te lleva a mejorar con cada derrota, sería imposible tanto si pensaras realmente que todo depende de ti – a la primera manifestación de que no es así, tu burbuja reventaría – como si rechazaras la responsabilidad de tu fracaso – pues seguirías haciendo lo mismo, ya que crees que todo estuvo bien por tu parte, y no mejorarías, lo cual te llevaría a la inevitable depresión que se produce al tocar techo, al sentirse estancado y saber que ya sólo queda tener más suerte la próxima vez.
Aún más, la oposición te enseña, incluso si no logras aprobar, a tolerar el rechazo. A asumir que aunque hayas dado todo tu esfuerzo – o tanto como pudiste dar – el fracasar no te convierte en un fracaso.
En definitiva, la oposición enseña a vivir mejor, a ser antifrágil y a no romperse ante la adversidad, sino a crecer frente a ella. La oposición enseña a fijar metas y objetivos, a hacer crecer la disciplina y la confianza en uno mismo, a dar forma a la vida con un conjunto de hábitos que te llevan poco a poco hacia donde quieres, a sufrir y a entender que el sufrimiento con significado es bueno, no malo, porque al otro lado están los resultados que buscas. A asimilar que sólo frente a la resistencia se crece, y que, por eso, las adversidades son oportunidades, tanto como una pesada carga es una oportunidad para el músculo que le permite fortalecerse.
Todo esto es lo que la oposición – o cualquier otra dura competición – te enseña en secreto.
Ana
diciembre 23, 2018 @ 1:28 pm
Descubrí tu blog, como no, después de suspender el tercer examen y de quedarme a las puertas de la ansiada plaza» que cambiaría mi vida para mejor…» y me ha gustado mucho leer las reflexiones que comentas y estoy al 100% de acuerdo, por mucho que no me guste, por mucho que no sepa por ahora como hacerlo… mucho ánimo y mucha fortaleza a todos lo que os sentís identificados!! y a por ello!!
Alberto López Cazalilla
diciembre 23, 2018 @ 3:01 pm
Me alegro de que te haya gustado el artículo 😉
¡Mucho ánimo!
Eva
octubre 23, 2022 @ 7:38 am
Acabo de leer tu artículo y tienes toda la razón, ayer me lesioné haciendo las pruebas físicas que me llevarían a conseguir mi plaza, después de pasar todos lo exámenes teóricos con muy buenas notas, estaba a nada de conseguirlo y pasó…. La verdad ahora estoy hundida y tengo un sentimiento de fracaso que me hacer pensar en si realmente puedo parar por eso una vez más… gracias por escribir para personas que están como yo.
Un saludo de una opositora frustrada