Sueños e historias: cómo «las películas que te montas» dan forma a tu vida
Aquí está lo que he descubierto sobre la vida. No es tan complicada como solía imaginarla. Creo que la vida trata de sueños e historias. Todo lo que existe, absolutamente todo lo que vemos cada día (en la sociedad), […] todo surgió del sueño de alguien.
Habré escuchado esta cita de Les Brown por lo menos un centenar de veces, en mis auriculares, mientras hago deporte. Y aunque siempre he sentido que es una afirmación cargada de verdad, nunca he interiorizado la relevancia de la misma. Nunca, hasta que la semana pasada vi esta publicación de Bill Gates que hizo que se me pusiera la carne de gallina. Y, en tanto que considero que lo que voy a escribir es relevante tanto para quien se prepare las oposiciones a Judicatura en 2018 como para quien pretenda terraformar Marte en el año 2081, voy a inaugurar con esta entrada una nueva etiqueta: “mi particular visión del mundo”, porque me gusta pensar que mis nietos un día podrán ir a internet y leer lo que su abuelo en su momento pensaba, hacía y escribía.
Comencemos con este vídeo, antes de volver a la cita de Les Brown con la que iniciaba esta entrada.
Sueños, historias y brazos biónicos
Mi vida, como la de todos, gira en torno a una serie de historias y aspiraciones, construidas en torno a una percepción individual y particular y, por tanto, necesariamente distorsionada y manipulable, de lo que existe y lo que es posible. Son estas narrativas internas las que impulsan nuestras acciones, influyendo así en nuestro entorno inmediato y determinando lo que podemos llegar a lograr. En definitiva, acabamos haciendo lo que, al menos, imaginamos que podemos hacer.
De esta manera, la mejor forma de aumentar las probabilidades de lograr algo que deseas – o de desarrollar una nueva estima por una situación que no deseabas pero que está fuera de tu control – es reformar la historia con la que has rodeado esa aspiración o situación. Y, debido a que los humanos somos seres notoriamente visuales, en mi opinión, es oportuno convertir esa historia en una imagen vívida. «Una imagen vale más que mil palabras», dice el dicho, y eso también vale para el diálogo interior. Veámoslo con un par de ejemplos.
Mi primer ejemplo se remonta a mi antepenúltimo año de estudio como opositor, durante el que alcancé un pico de rendimiento que no habría imaginado apenas un año antes. Recuerdo que, un día, mientras caminaba temprano hacia la biblioteca repasando visualmente lo que había hecho el día anterior se me humedecieron los ojos de puro orgullo y emoción. Por vergonzoso y absurdo que suene, así fue. El día anterior había sido un día opositor “perfecto”. Había comido sano, había hecho deporte, había sido disciplinado a la hora de dormir y había estudiado mucho, de manera organizada y efectiva. Pero no fue repasar esas actividades lo que generó una visión lo bastante potente como para emocionarme tanto, sino otra visión.
Habitualmente, me imaginaba a mí mismo en el futuro, en ejercicio como Fiscal, con todo lujo de detalles, recibiendo el caso de una persona desvalida a la que protegía y procuraba que lograra una reparadora justicia. Recuerdo que aquel día fue la primera vez que, en dicha visualización, me imaginé a ese yo del futuro, no como una versión más avanzada y sabia de mí, sino como yo mismo, en aquel momento. Ese cambio en mi historia no sólo me hizo rendir más que nunca de una forma sostenible, sino que, además, me hizo sentirme inmensamente realizado, con energía y feliz durante una fase de la oposición que, para la mayoría, resulta extenuante.
Todos los opositores vivimos en una burbuja -en realidad, todos los humanos, ¡pero los opositores aún más!- y, gracias a montarme esas «películas», mi burbuja era, en general, bastante agradable.
Otro ejemplo más reciente, y volviendo a la publicación de Bill Gates. Desde algo antes de dejar la oposición, he tenido claro que deseo trabajar ayudando al desarrollo tecnológico y el avance de la Humanidad (así, con mayúscula). Siempre he sabido que es relevante y me he nutrido de historias para reforzar esa creencia, más por gusto que con un propósito concreto de reforzar mi imaginación sobre lo que es posible.
Dicho esto, pocas historias -teniendo en cuenta incluso las más extremas épicas de superación de obstáculos frente a todo pronóstico o las invenciones más revolucionarias-, han sido capaces de convertir aquello con lo que yo quiero colaborar en algo fácil de visualizar, y casi palpable, con tanta fuerza como lo han conseguido las imágenes del vídeo que puse al principio de este artículo.
Y todo, porque estas imágenes muestran de forma visual y accesible el impacto de la innovación en la vida de personas determinadas, con miedos y deseos, que sienten vergüenza u orgullo y que, además, lo hacen tan palpablemente que podemos verlo con nuestros propios ojos. Algo tan abstracto como «el progreso» se convierte en algo tan perceptible como una sonrisa radiante. Por cursi que suene, no deja de ser un proceso de concreción poderoso, porque sólo nos puede importar aquello que para nosotros tiene una entidad concreta.
Conclusión: convierte en imágenes concretas tus sueños y metas.
Hay mucho que aprender en el impacto que tienen medios audiovisuales sobre nuestra imaginación, aspiraciones y creencias. No en vano cientos de miles de personas han hecho deporte con la música de Rocky puesta, y recordando la icónica escena en que sube escaleras a la carrera y lanza su puño al viento. Puede también aprenderse mucho con un vídeo como el anterior, sobre cómo podemos alterar y manipular (en el buen sentido) nuestras historias para presentárnoslas a nosotros mismos de la manera más influyente posible, para poder tirar de nuestras propias palancas y dirigir nuestra vida como queramos.
En definitiva, seas quien seas y leas esto cuando lo leas, recuerda que la calidad y fuerza de tus pensamientos sobre aquello que vives determina cómo lo vives y cómo actuarás. Que un objetivo o meta que quieras alcanzar requiere una misión, una épica razón que te mueva a actuar con energía y cargado de propósito, que así, cambias tu perspectiva sobre el mundo.
Y, por último, recuerda que puedes depurar esas historias, perfilarlas y, sobre todo, que puedes convertirlas en imágenes, cargadas de movimiento y emoción, porque una buena historia cobra vida cuando sus imágenes son vívidas.
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